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Lloran y se acusan por televisión. Aseguran, cada uno, que su madre se llevaba mal con el otro. Se sacan en cara su opción sexual. Hablan de las herencias, de las casas, de las empresas.
Niegan, cada uno por su lado, ser los autores del crimen. Se sindican entre ellos. Afirman, el uno del otro, que están siendo manipulados. Hablan de Liliana Castro, del abogado Julio Rodríguez, del sicario colombiano, de Pinkas Flint.
Si hace dos semanas el caso Fefer dio un giro inesperado y todo apuntaba a que Eva Bracamonte Fefer, la hija mayor de la asesinada empresaria Myriam Fefer Salleres, iría presa junto a su ex pareja por presuntamente ordenar el asesinato de su madre, el día de hoy la maraña que envuelve esta historia de sangre, traiciones, dinero -y hasta brujería- anda más enredada que nunca.
¿Quién mandó matar hace tres años a la guapa y adinerada Myriam Fefer en su casa, mientras dormía, minutos después de darles las buenas noches a sus hijos Eva y Ariel?
La Policía y la Fiscalía acusan a Eva y a su ex pareja, la ex mesera Liliana Castro Mannarelli, quien vive con ella en la escena del crimen y es la gerente legal de Sideral SAC, la empresa que Myriam le heredó a Eva tras su muerte. Ambas lo niegan y apuntan hacia Ariel. El Poder Judicial debe pronunciarse la próxima semana.
EVA LORENA Y LA LLAMADA QUE NO CONTESTÓ, ¿O SÍ?
Eva Lorena Bracamonte Fefer tiene 21 años, ha estudiado actuación y es acusada por su padre, su hermano, la Policía de Homicidios y la Fiscalía de haber mandado matar a su madre. Ella, no obstante, dice que por las noches duerme en paz. Y duerme en la cama en que mataron a su madre. “Aquí pasamos nuestros mejores momentos”, ha argumentado.
El primer indicio que vinculó a Eva al crimen de su madre es su celular. Una llamada a las 12:30 de la medianoche entró a su móvil desde el teléfono de su madre a la hora, precisamente, en que, según las pesquisas de la Policía, su madre había sido victimada.
Eva dijo en un primer momento que siempre, antes de acostarse, apagaba su teléfono, por lo que nunca pudo reibir y menos contestar esa llamada. Los registros de Telefónica dijeron que sí, que el celular estaba encendido y que alguien tuvo que contestar esa llamada.
Eva dijo luego que tenía el celular en vibrador, por lo que no escuchó el llamado. Finalmente ha señalado que es probable que, en medio del sueño, haya abierto y cerrado el aparato casi sin darse cuenta. Los registros dicen que la llamada duró apenas segundo y medio. La Policía dice que es tiempo suficiente para que el asesino le haya confirmado la ejecución del crimen. Eva insiste en que no contestó llamada alguna.
ARIEL, DEL SHOCK EMOCIONAL AL MANEJO EFICAZ DE LA PRENSA
Ariel Bracamonte Fefer (19) tenía 16 años cuando asesinaron a su madre. Se llenó de sangre al intentar reanimarla, ha contado. Luego se sumió en un profundo silencio que duró más de dos años.
Según las pericias psicológicas de la Fiscalía, durante todo ese tiempo, Ari, como lo llaman sus amigos, bloqueó sus sentimientos y entró en shock emocional.
Pero de pronto, desde hace un mes, aparece en los programas de TV en horario estelar, recibe periodistas en su departamento de Miraflores, mira a la cámara sereno, seguro, incluso desafiante.
Una foto de su madre aparece siempre al costado de su laptop. Se pelea en vivo y en directo con el abogado de su hermana. Exige al Poder Judicial que arreste a su hermana. Reclama.
¿Puede un joven de 19 años, hasta hace poco en shock emotivo, tener tan buen manejo de escena y de los tiempos en TV? Puede, sí, bien asesorado. Eva dice que está siendo manipulado e incluso ha deslizado la posibilidad de que sea el verdadero autor intelectual del crimen.
LAS CONTRADICCIONES DE EVA Y ARIEL, A TRES AÑOS DEL CRIMEN DE SU MADRE
Cuando hace casi tres años, a pocos días del asesinato de la empresaria judía Myriam Fefer, Maribel Toledo, entonces reportera de “Cuarto Poder”, entrevistó a los hermanos Bracamonte Fefer, ambos se mostraron apesadumbrados y contaron una misma versión sobre la noche del crimen.
“Bajamos al cuarto de mi mamá para despedirnos de ella. Nos abrazó y nos dijo: que lindos mis hijos. Luego nos fuimos a dormir hasta el día siguiente. En la mañana encontramos a mi mamá muerta”, dijeron en aquella oportunidad.
Pero ahora ambos han cambiado de versión. Ariel dice que bajó solo, sin Eva, a recoger a su perra Katiuska del cuarto de su madre. Conversaron unos minutos, se despidieron y subió a su cuarto a dormir.
Eva, por su parte, asegura que tras despedirse de su madre subió a su cuarto a dormir pero a los pocos minutos recordó que debía entregar un trabajo para sus clases de francés. Entonces bajó a la cochera y recogió varios recortes de su auto. Luego se fue a dormir.
Como se sabe, la Policía ha establecido que el asesino entró a la casa de Myriam Fefer, ubicada en la avenida Paul Harris (San Isidro), por la cochera y que esta estaba sin cerrojos y con las luces encendidas. Ello refuerza la tesis de la Policía y de la Fiscalía sobre la complicidad de Eva Bracamonte en el crimen de su madre.
En su primera declaración ante la Policía, Eva Bracamonte aseguró que tras regresar de la cochera se encontró con su madre en la cocina, se despidieron nuevamente y subió a su cuarto.
Sin embargo, el domingo último aseguró en “Día D” que no se encontró con su madre en la cocina. “En aquella oportunidad yo estaba bloqueada, no recordaba bien nada. Ahora recuerdo que no me encontré con mi madre en la cocina”, aseguró.
MAÑANA – Liliana Castro, de mesera a millonaria. – Pinkas Flint, el objeto del deseo (de Myriam Fefer). – La opinión pública ya sentenció. – Más cabos sueltos.
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